Finales de enero, y ya parece que entramos en la cuenta atrás para la llegada de los días más templados y las tardes de sol. Mientras esperamos, nos fijamos en esta maravillosa reforma de una casa tradicional en Platja d’Aro, Girona, obra del arquitecto Pepe Gascón. La intervención plantea una vivienda que se abre a la brisa y la luz del mediterráneo, con amplios ventanales y generoso espacio exterior. Quién pudiera escaparse a la costa, donde huele a pino y a mar, y calmar esta ansiedad de enero.
Fotografías de Aitor Estévez
En este artículo
- La casa y la tradición
- Vivir hacia fuera
- Sencillo y natural
- Minimalismo acogedor
- Un lugar para el descanso
La casa y la tradición
La casa, construida hace medio siglo, presentaba signos de deterioro a causa del tiempo y el clima, pero conservaba el encanto de una construcción tradicional. El proyecto interviene en el interior trayendo un aire contemporáneo y fresco a la vivienda, potenciando la relación con el espacio exterior y presentando el entorno como parte del paisaje doméstico. La intervención se lleva a cabo desde el total respeto a la tradición constructiva del lugar, siendo sensible a aquellos elementos de valor histórico y recursos climáticos centenarios. El blanco, la cerámica y la sombra son casi las únicas herramientas empleadas.
Vivir hacia fuera
El proyecto concibe un interior volcado hacia fuera. La apertura de amplios ventanales en la fachada orientada al patio facilita la estrecha relación entre espacios, y la aparición de zonas semi-exteriores. El vidrio envuelve el interior como un velo, extendiendo las vistas más allá de sus límites. Los ambientes se suceden en una transición suave, pasando del interior al espacio en sombra, y de éste al espacio a cielo abierto. De esta forma se protege la vivienda de la radiación directa, sin privar las estancias de la mayor claridad posible. Los tonos crema con matices tostados conquistan el interior, aplicando además un pavimento continuo neutro que unifica los espacios.
Sencillo y natural
Dentro, el blanco es el denominador común. El espacio rebosa de luz natural, y la mirada se escapa hacia el patio por cada fachada. Se emplea una paleta de materiales naturales teniendo en cuenta la tradición constructiva local. Escaleras a la catalana, peldaños de baldosa cerámica, objetos de mimbre y mobiliario de madera, todo dentro del breve catálogo de acabados que hablan de un modo de vida tranquilo y sencillo. La distribución del programa se realiza de manera coherente, relacionando espacios holgados y creando transiciones fluidas. El paseo por el interior es casi un paseo por el campo, se escuchan los pájaros y se puede oler el jazmín. Parte del mobiliario se realiza in situ, como antaño, y el resto, de líneas sencillas y corte limpio, como puede observarse en la cocina.
Minimalismo acogedor
Los dormitorios respiran tranquilos, envueltos en blanco y abiertos a generosas terrazas. La neutralidad de colores del interior queda salpicada con algunas piezas de decoración y tejidos suaves. Los armarios se incorporan en la envolvente, permitiendo apreciar la bóveda achatada, rasgo original de la estancia. Algunos detalles en madera y piezas de arte completan las estancias, sumergidas en la luz del mediterráneo.
Un lugar para el descanso
El proyecto se llena de espacios exteriores en silencio, a la sombra. Algunos parecen no haber formado parte de la intervención, con muros encalados y suelos de baldosas de barro hechas a mano. Enmarcando las vistas, se convierten en una continuación del espacio interior, abiertos a todo tipo de programa. Son la joya del proyecto, y aquello que más habla de cómo es realmente la vida cerca del mar: tranquila y agradable.