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Limpieza de la caldera
La limpieza de tu caldera es determinante para que su funcionamiento sea más eficiente. Una caldera limpia consumirá siempre menos que una caldera sucia, además de provocar menos emisiones. Ahora bien, tienes que saber cómo hacerlo.
El primer paso será siempre desconectarla de la electricidad y cerrar la llave de gas. Es imprescindible.
Ten en cuenta, además, que jamás se debe usar agua fría cuando la caldera se encuentra caliente. Por tanto, intentad siempre dejarla reposar. Cuando esté completamente fría, será el momento de empezar con las labores de limpieza.
Limpia la parte exterior con un paño humedecido. No se debe usar nunca un estropajo, pues puede arañar la caldera o dañarla.
Por la parte interior se deberá usar un cepillo de dientes suave para ir retirando los restos de suciedad que se han ido acumulando durante el año.
Controlar la presión
Una vez tengas la caldera limpia, enchufa todo nuevamente y comprueba si el sistema de conexión de la caldera funciona correctamente. En ese momento, podrás poner en marcha la instalación. Fíjate bien, pues las calderas tienen un botón que suele poner algo así como “modo calefacción” o “modo invierno”. Debes presionarlo y esperar unos segundos.
Es importante, en este paso, comprobar bien la presión de la caldera de gas, que se mide en bares. Para que tu calefacción funcione correctamente, esta presión debe estar entre 1 y 1,5 bares.
Si la presión es inferior a 1, deberás apagar la caldera y dejar que se enfríe. Después, tendrás que girar la llave de llenado que suele estar en la parte inferior de la misma. Debes moverla en el sentido contrario a las agujas del reloj y espera. Si notas que la presión ha aumentado, ciérrala.
En el caso de que la presión no aumente, tendrás que purgar bien los radiadores. Si aun con esa purga no sube, tendrás que contactar con un profesional.
La temperatura correcta
Con la caldera limpia y con la presión controlada, es momento de ajustar la temperatura. Cerciórate de que la instalación funciona de manera uniforme y asegúrate de fijar una temperatura adecuada. Una temperatura adecuada no es una temperatura alta. Las temperaturas altas hacen que la caldera funcione de forma poco eficiente. Además, no necesitamos tener la casa a una temperatura excesivamente alta, pues los cambios bruscos pueden perjudicar nuestra salud.
En un sistema emisor de radiadores, la temperatura óptima debería estar entre 60º y 70ºC. Por su parte, en un suelo radiante, la caldera debería estar entre 35º y 45ºC.