Una vivienda varada al igual que los barcos del puerto de Málaga a los que mira. Una pasarela de acceso que cruza el agua y comienza el viaje por los espacios interiores que recogen toda la luz. Todo el sur queda dentro. Fuera, los volúmenes puros de piedra blanca marcados por sus aristas afiladas, van definiendo a su vez las terrazas a las que la topografía nos obliga. Un patio entre la edificación y el corte del terreno, una bolsa de sombra de aire fresco.
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