Cuando vino por primera vez la viuda de Montemerlo al estudio nos comentó que quería ampliar su cocina y cubrir un viejo porche donde celebraba alguna que otra comida con sus amigos.
Por motivos urbanísticos, ejecutar esas pequeñas acciones significaba demoler una parte de la actual vivienda, con lo que el proyecto acabó convirtiéndose en una actuación global sobre la edificación, de escasos cuarenta años, que tenía graves deficiencias constructivas, que a lo largo de la ejecución demostraron ser mayores que las intuidas, con algún que otro pilar sin cimentación.
El proyecto se transformó en un muy instructivo proceso de negociación con la antigua edificación, de la que se decidió mantener su estructura de hormigón, parte de tabiquería y huecos de ventana; y a la que se le plantearía una ampliación hacia el lado oeste en una búsqueda de las vistas hacia el monasterio de Poio y sacar la zona de día de la antigua edificación que se encuentra en la zona más sobría de la parcela.
La ampliación, que corresponde con la nueva zona de día, también busca recuperar una inmensa huella que existía en el terreno fruto del antiguo aparcamiento, superficie que ahora se cubre con la cubierta ajardinada que servirá de continuación de la zona de día. Esta decisión de mitigar el corte producido en la parcela, hace que la nueva vivienda se comporte como un pabellón orientado a las vistas lejanas de Poio y su monasterio.
Para remarcar ese comportamiento, se produce un fraccionamiento tanto del uso como de la formalización de las antiguas dos plantas, de modo que la inferior sea una zona de apoyo o de ocasionales invitados y la superior, tratada como un mirador abierto al monasterio, está materializada con un filtro de listones de madera.
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