Una pequeña vivienda abandonada durante casi 30 años fue adquirida por una joven propietaria que supo ver, por encima de su aspecto ruinoso, sus buenas cualidades: proximidad del centro de Madrid, mucha iluminación, ventilación y magníficas vistas, al ser un bloque abierto rodeado de amplias zonas verdes, y posibilidades de distribución, al tener una planta bastante cuadrada y doble orientación.
La idea era conservar una vivienda de tres dormitorios pero mejorando los espacios húmedos como cocina y baño, y renovando absolutamente todas las instalaciones. Teniendo en cuenta que la vivienda contaba con sólo 50m2 parecía a priori imposible. Y además esta intervención se tenía que hacer con una inversión económica ajustada.
Se optó por combinar dos distribuciones de espacios muy comunes a lo largo de la historia de la vivienda colectiva. Por un lado, la distribución “en pasillo”, para llegar a las respectivas estancias privadas, y por otro, el “espacio continúo” en las estancias públicas, comunicando la entrada de la vivienda –que se cambió de ubicación- con el salón sin puertas ni tabiques. Esta decisión permitió, mantener la compartimentación inicial de los tres dormitorios existentes, abaratando albañilería, y ganar el espacio de pasillo al salón -sin perder la idea de pasillo, al estar virtualmente marcado por la viga de cuelgue y el cambio de altura libre-. El salón se amplió incorporando la terraza, dando gran sensación de espacio a toda la vivienda.
Otra decisión importante fue el no colocar falso techo en los dormitorios ni en el salón, para ganar altura, y además seguir ahorrando. Estos escalonamientos en los techos nos permitieron iluminar de manera indirecta y, además, nos ayudó a organizar los espacios. Las líneas de luz junto con las paredes de colores de las diferentes estancias potenciaban la calidez de la vivienda. Todas las dificultades de partida hicieron que el proyecto sea mejor.
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