A pesar de su buena orientación a suroeste y de su posición en un sexto piso, la vivienda de partida se encontraba excesivamente compartimentada lo que propiciaba una pobre experiencia doméstica. Las estancias principales abrían a una terraza corrida en fachada y tenían acceso desde un oscuro pasillo con distribución en peine. El baño quedaba al fondo de dicho pasillo privado de iluminación natural. A su favor, la vivienda tenía una clara geometría en planta —un rectángulo perfecto— y la posición de la estructura, que formaba cuatro crujías equidistantes.
Estas ventajas son las que van a facilitar la nueva organización espacial y funcional, pues permiten dar al espacio central todo el protagonismo y dejar las partes equipadas y los espacios privados en el borde y los laterales del rectángulo respectivamente. Con este esquema, los espacios de día mejoran su relación con la fachada gracias al gran hueco que se consigue al integrar la antigua terraza. A su vez, los espacios que quedan en el perímetro se integran con el espacio central gracias a los vidrios en las puertas y los tragaluces que permiten que la luz natural llegue a todas las estancias.
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