Nos encontramos en un edificio de viviendas del año
1935 en Barcelona, muy cerca del mar, en un espacio a reformar ubicado en su
última planta.
La cubierta, a dos aguas, construida con vigas de
madera y revoltones cerámicos, tenía una altura óptima para construir una mezzanine. Un altillo que ampliara el
espacio y a su vez albergara un estudio discriminadamente abierto al salón y a
la habitación; un espacio sutil, desde el cual poder trabajar con un confort de
materiales naturales muy sugerentes.
El forjado intermedio, suspendido de manera diáfana
en el centro de la construcción, tiene como función complementaria la de ampliar
y articular ese espacio y se convierte en el eje central del proyecto, ya que
los únicos espacios cerrados son el baño de la habitación en planta baja y un
pequeño trastero en el altillo.
La idea básica era construir este elemento
constructivo casi como una hoja de papel, suspendida en el centro de la
vivienda, lo más liviano posible, para que el espacio fluyera a su alrededor, y
creara una relación interesante de visuales entre los espacios y las funciones
que el cliente pretendía.
La mezzanine
y la escalera que le da acceso se construyeron en hierro pintado en blanco y
con piezas cerámicas en el entrevigado, de esta forma se generaba un cromatismo
entre el blanco, el color original de la cerámica y el de la madera de roble
natural del suelo. El conjunto garantiza un encaje armonioso entre el blanco y
los coloridos elementos existentes, como las vigas de madera, los revoltones
cerámicos y las paredes de ladrillo de principios del siglo pasado.
El propietario, un joven diseñador catalán que
reside en Asia, deseaba una vivienda moderna, abierta y flexible para pasar sus
breves estancias en Barcelona; un lugar relajado cerca del mar donde poder
descansar y, puntualmente, trabajar de manera más pausada en sus proyectos.
- Etiquetas descriptivas:
- reformas viviendas, reformas
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