Hace ya seis años que se nos encargó la rehabilitación integral del restaurante chino “La Gran Muralla”, en Valencia, y si bien es cierto que teníamos un tiempo bastante acotado para llevarla a cabo, también lo es que nos entusiasmó la idea de abarcar la ideación tanto a nivel de distribución interior como de decoración del local, puesto que se trataba de generar una idea de conjunto partiendo de un todo. De esta manera, iba a haber un detalle añadido detrás de cada elemento constructivo, concebido desde el inicio del proyecto arquitectónico, para crear una óptica con unos efectos singulares que iban a formar parte de esa idea inicial, enriqueciendo esta en gran medida. Solo teníamos que pensar cual era el efecto óptimo para este proyecto de restaurante en concreto, y esto estaba intrínsecamente relacionado con el tipo de gastronomía que en este iba a dispensarse, la orientación del local y finalmente la ubicación del mismo. Con respecto a la primera máxima, gastronómica, conocíamos la gran variedad de innovaciones que iban a presentarse, lo cual nos inducía junto con la ubicación, en un enclave mágico de la ciudad del Turia, y la orientación Sur-Oeste que embarga de luz natural al local de dos alturas, a plantear un espacio libre de obstáculos visuales hacia el exterior, incorporando unas grandes vidrieras que permitieran a los ocupantes del local formar parte del frondoso jardín de la glorieta, durante el día, e incluso cenar a la luz de una farola, al caer la noche. Compartir vistas con el entorno significaba hacer partícipe al mismo del ambiente interior del local; delimitar la situación de las mesas pese a crear superficies flexibles con posibilidad de abarcar desde un reducido a un mayor número de comensales, y unificar los núcleos húmedos y de almacenamiento, en volúmenes cerrados, nos ayudaba a crear un orden que se transmitiría al exterior y a su vez serviría de base para la decoración prevista. La combinación de la madera y resina con apariencia cristalina sobre el suelo, permite delimitar las zonas de paso con las de descanso, simulando las casas y barcos-restaurantes flotantes sobre el agua en lugares tales como el puerto de Aberdeen, en Hong-Kong; la utilización del vidrio como elemento decorativo nos permitía resaltar la luz interior acercándonos así al llamativo arte de la cultura China, de una forma contemporánea pero serena a la vez. En la pared principal, enfrentada a la plaza, un mural realizado con piezas individuales de pizarra negra que ocupando prácticamente toda la altura de la misma van creando ménsulas descendentes en el piso superior, como si de la auténtica muralla china se tratase, sobre la que en vidrio rojo como fuego grabado, queda su nombre impreso en su verdadero idioma. Los pilares, integrados en el mural y revestidos de vidrio rojo, quedan a la vista como auténticos estandartes del mundo asiático. En el interior de los aseos, y contrastando con el exterior descrito, placas verticales de piedra natural como estancia imperial, sin faltar la tradición de jarrones cerámicos esmaltados, hechos exclusiva y artesanalmente para el restaurante, con cerámica valenciana. A la hora de diseñar el mobiliario pensamos en los trazos curvos del mobiliario oriental, de corte firme y elegante como si de una sola pieza se tratara; sillón, sillas y taburetes metálicos, unidos a una tapicería de corte barroco, se funden en el espacio creado como visión actual y moderna de la China clásica. Como curiosidad, conocer el nombre original de Ciudad Púrpura Prohibida, llamada así como paralelismo con la Constelación Luminosa Púrpura en la que la estrella polar, al igual que el emperador en la tierra, se encuentra en el centro. Este el color elegido como base para todo el conjunto.
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